Aprende a sentir

¿Se puede ir a clases de hacer el amor? El tantra se ocupa de aprender a escuchar y a disfrutar de la realidad tal cual es, sin aula, sin libros ni lecciones.

Hablamos con Diego Jiménez: coach, terapeuta y director del proyecto Escuela Tántrica.

Oímos sexo tántrico y nos imaginamos experiencias místicas de 8 horas y ejercicios físicos improbables.

Nada más lejos de la realidad: en lugar de pedir imposibles, se trata de conectar con el aquí y el ahora. Tantra significa culto a la sensibilidad, a la escucha y a la sensualidad. Es una forma de sentir que puede aplicarse a todo en la vida y no solamente al sexo.

¿Qué ideas equivocadas tenemos sobre el sexo tántrico?

Expectativas irreales como que van a salir de aquí sabiendo aguantar 8 horas o aprendiendo a eyacular para dentro. Ser buen amante no es conocer muchas técnicas. Se basa sobre todo en saber escuchar al otro y encontrar un equilibrio en que los cuerpos den y reciban lo que quieren.

¿Y tú, has cumplido alguna de esas expectativas irreales?

No. Pero es como el que va a clase de yoga y pretende alcanzar el nirvana. A lo mejor lo consigue uno de cada millón. Depende de cada persona y de su grado de autogestión.

Entonces, ¿cuáles son las claves del tantra?

Primero, estar en el presente con los cinco sentidos. Segundo, aceptarte a ti mismo y a los demás. Tercero, expresar lo que sientes. Y cuarto, fluir con el otro.

¿Cuál es el primer paso para iniciarse?

Un día, desayunando, pararse a respirar, mirar alrededor, oler el café. El tantra conlleva sentir y aceptar lo que somos en cada momento. Pensemos que la mayoría de disfunciones sexuales se producen por proyectar lo que el sexo debe ser, en vez de disfrutarlo tal como es.

¿Por qué va la gente a tus talleres?

No hay un solo motivo. Los hay que vienen porque han tenido relaciones sexuales sin disfrutarlas, otros porque les falta el deseo… Hay hombres muy presionados por dar la talla que tienen problemas de disfunción eréctil. También viene gente tímida con inhibiciones o prejuicios. O parejas que quieren darle chispa a su relación…

¿Qué explicas a tus alumnos?

Que cada uno es responsable de su propio placer, que hay que escuchar al cuerpo porque él sabe de sexo, que expresar el placer lo retroalimenta, que hay que centrarse en el aquí y el ahora (no es momento, por ejemplo, de pensar adónde va la relación, que hay que aceptar al otro y a uno mismo (si estoy preocupado porque en esta postura se me nota la celulitis no voy a disfrutar de una experiencia plena), y que el orgasmo no es el objetivo. La relación sexual es placentera se consiga orgasmo o no.

¿Explicas técnicas que ayudan a tener buen sexo?

¡Sí! Por ejemplo, fortalecemos la musculatura pubococcígea, es decir, del suelo pélvico. En los hombres ayuda a que las erecciones
sean más fuertes y a controlar la eyaculación, y en las mujeres aumenta, intensifica y facilita los orgasmos. Como ellas controlan la fricción, yo les digo en broma: “ya no necesitas un novio senegalés, te vale el españolito medio” (risas).

¿Qué importancia tiene la comunicación?

También la trabajamos, buscando la sensitividad y la sensualidad. Esto tiene efectos sobre la autoestima y la confianza. Hacemos ejercicios sin sexo pero que movilizan mucha energía sexual. Por ejemplo, un ejercicio inicial consiste en poner una venda en los ojos a dos personas y que se toquen las manos. ¡Solo las manos! Se acarician y forman en una especie de danza en que descubren dónde les apetece una caricia a cada uno…

¿Y qué suele decir la gente después de probarlo?

Unos dicen haber vivido una bonita experiencia amorosa, otros una maravilla sensorial y otros una experiencia sexual brutal.