La herencia de la felicidad

Ya desde la antigüedad griega la búsqueda de la felicidad ha sido uno de las grandes temáticas que han ocupado las cavilaciones de los filósofos, teólogos y pensadores más grandes de la historia. Y, algo de significativo debe haber en esta recurrencia histórica, por lo que espero no equivocarme al afirmar que ser feliz es el máximo deseo del ser humano. Así que, como soy de la idea de que todos somos perfectos y válidos seres humanos, entiendo también que la extensión de este anhelado estado es la felicidad de nuestros hijos.

Como hemos venido analizando en artículos anteriores, una de las claves del bienestar pasa, entre otras cosas, por adoptar un estilo de vida que ponga el acento en las emociones positivas, en hacer esfuerzos por vivir anclados en el presente y en cuidar nuestra salud física. Sin embargo, hasta ahora nos hemos referido a este bienestar desde un punto de vista individual, pues de todos es sabido que la única manera de poder compartirlo con los demás es cuando primero lo sentimos en nuestro interior. Al fin y al cabo, desde mi consideración, lo más valioso de esta tarea  recae en que nuestra propia felicidad sirva para hacer felices a los demás. Por ello, quisiera hacer la reflexión en esta ocasión en torno a lo beneficioso que sería que las familias adopten también este estilo para que los niños que crezcan dentro de ese seno familiar puedan crecer y desarrollarse saludablemente y felices.

¿Te gusta lo que ves?

La felicidad de nuestros hijos es una cuestión prioritaria que no podemos pasar por alto así que voy a lanzar una llamada a la premura y es que la felicidad no es algo que pueda ser pospuesto. Debemos esforzarnos por ser felices ahora porque la felicidad es una forma de estar y de ser, es un ánimo que impregna todo lo que hacemos, lo que miramos y tocamos. Parémonos a pensar que, al igual que sucede con nosotros, nuestros hijos no podrán ser felices el día de mañana si no lo son hoy tampoco. Poco importarán las buenas notas, las clases de inglés, los deportes extraescolares… porque, ciertamente, el hecho de convertirse en adultos competentes no les garantizará la felicidad. Entonces, como padres, la única manera que tenemos de asegurarnos que nuestros hijos serán felices en el día de mañana es asegurándonos que son felices hoy, ahora, en este momento.

No olvidemos nunca que nuestros hijos nos observan constantemente. Es decir, ven cómo vivimos y aprenden por imitación a vivir ellos. Por lo tanto, si nosotros, los padres, nos permitimos buscar la felicidad, ellos se atreverán a hacerlo y viceversa.

En este sentido, la pregunta clave es si nuestra vida está enfocada en dirección de buscar la felicidad en el interior. Y animo a hacernos este cuestionamiento con los ojos bien abiertos porque sólo en esa búsqueda sincera en nuestro interior podremos dar con la llave que nos conduzca a la felicidad. Afortunadamente, no tenemos que ser unos expertos en psicología familiar para animar a nuestros hijos a encontrar la fuerza interior y la sabiduría que se requieren para superar los altibajos de la vida. Con paciencia y flexibilidad, cualquier padre o madre de familia puede y debe establecer las bases para una vida plena tanto personal como de sus hijos. Asimismo, el primer paso para conseguirlo y, también el más difícil, es reconocer que somos el espejo donde ellos se miran. (Y a ti, ¿te gusta lo que ves?).

Es maravilloso observar de qué manera la vida te devuelve lo que entregas y es que ser felices de manera consciente por ellos, y para ellos, es la única manera de que nuestros hijos también lo sean. En definitiva, es un proceso igual de enriquecedor como mágico en el que la entrega hacia el otro se nos retorna con creces. Me gusta pensar que el amor encuentra su expresión más natural y espontánea en el dar y, desde aquí, os propongo que seamos felices por ellos… porque se lo merecen.

Este preciso momento es el más indicado para aprender y enseñarle a nuestros hijos a ser felices.

¿Qué os parecería si…?

  • Generamos dentro de la familia un clima emocional favorable.
  • Ponemos en palabras los sentimientos.
  • Encontramos posibilidades en medio de la dificultad.
  • Salimos fortalecidos de circunstancias adversas.
  • Practicamos la sonrisa expansiva y el buen humor.
  • Mantenemos la esperanza aun en situaciones difíciles.
  • Cultivamos los valores y las virtudes.
  • Manifestamos con mensajes claros nuestro amor hacia él.
  • Respetamos sus emociones.
  • Lo guiamos a través del afecto.
  • No lo humillamos.
  • Lo amamos sólo por ser nuestro hijo.
  • Fijamos sus límites.
  • No lo sobreprotegemos.
  • Apreciamos sus fortalezas.
  • Le mostramos que los errores son una oportunidad de aprendizaje.
  • Confiamos en su habilidad para resolver dificultades.
  • Ponemos el acento en sus capacidades, no en las carencias.
  • Les mostramos que las adversidades son temporales.

¡Os animo a practicarlo! La felicidad  es una maravilla que sólo podemos traspasar a los demás cuando la sentimos en nuestro interior. Así pues, si queremos tener hijos felices, debemos hacer un esfuerzo por ser felices nosotros, porque somos el espejo en el que se miran.