Obesidad

Continuando con la historia de la diabetes, al final de los años de 1800 la enfermedad, a raíz de diversos descubrimientos y pruebas, aún estaba tomando la forma con la que hoy la conocemos. En ese tiempo el químico inglés William Prout encontró los signos característicos del coma diabético, mientras que el estadounidense Noyes había recalcado en que los diabéticos presentan una inflamación en las retinas. El alemán Adolph Kussmaul hizo el cuadro de la cetoacidosis (la cual es la incapacidad del organismo para utilizar el azúcar; este problema origina que la grasa, y no el azúcar, sea el nuevo motor para el organismo. Este padecimiento es una señal muy certera de que la persona que lo padece está muy cerca de desarrollar la enfermedad o bien ya la tiene, por lo regular del tipo uno.

Unas pocas décadas después, el investigador nacido en Canadá, Frederick Grant Banting, entusiasmado con los estudios existentes sobre la diabetes, ganaría el Premio Nobel en el área de Medicina tras su descubrimiento de la insulina durante las pruebas que llevó a cabo siendo alumno del maestro MacLeod.

Tras haber estudiado a fondo las complicaciones del páncreas Grant Banting, en compañía de Charles Best, su asistente, descubrieron la hormona de la insulina. En poco más de dos meses aplicando sus recientes descubrimientos y haciendo pruebas con perros a los que se les inducía la enfermedad, obtuvieron, a diferencia de lo que le había pasado a otros investigadores y médicos en el pasado, buenos resultados para el tratamiento de la diabetes.

Cerca de treinta años después el inglés Frederick Sanger dilucidaría (en filosofía de la ciencia dilucidar equivale a esclarecer un enigma) la forma en que dicha hormona se configura. La insulina presentaba algunas ventajas para estudiarse, además de todo lo que ya se había indagado acerca de ella y tratarse de una de las moléculas más diminutas que hay, para el bioquímico resultaba atractivo puesto que era evidente que su función estaba supeditada a su estructura. Y así, estos trabajos le tomarían varias años a Sanger y sus colaboradores.

En la década de 1970 gracias a varias pruebas, ahora de clonación, la insulina salió al mercado. En los últimos años se han contemplado nuevas posibilidades para darle un adecuado tratamiento a la enfermedad. Los avances en genética también abrieron un panorama nuevo en lo que en regeneración corresponde: la creación de animales modificados genéticamente (cerdos) que permitan obtener un páncreas compaginable con el organismo de un paciente diabético.

En este caso al enfermo se le ayuda con un animal, pero en otros se pueden extraer sus propias células. Para lograrlo se toma una muestra de ADN y se repara, luego esta información se dispone en un ovocito que, manipulado su desarrollo, tomará la forma de un páncreas. Después de una operación quirúrgica el enfermo tendrá un páncreas elaborado a partir de su ADN. Es curioso señalar que un proceso como este es llevado a cabo en una unidad que está en la órbita de la tierra, aprovechando la influencia de una fuerza gravitacional diferente en la “gestación” de un órgano.

Esta clase de manipulaciones genéticas le da un umbral de vida mucho más amplio a los pacientes de diabetes que han padecido la lamentable situación de perder algún otro órgano (un riñón, por ejemplo) debido a la enfermedad.

Podemos especular que, además del acelerado avance científico que tuvo la humanidad en el siglo XX, esta investigación tan larga sobre la diabetes (la abarcan desde las culturas antiguas hasta los últimos descubrimientos científicos), este proceso milenario para entender una enfermedad y avanzar paulatinamente a lo que está cerca de ser una cura, obedece a que en nuestro tiempo vivimos de una manera muy diferente a como lo hacía el hombre del Renacimiento o la Edad Media. Desde hace mucho nos hemos convertido en una especie sedentaria, rodeada de comodidades, muy lejos de los tiempos en que el ser humano civilizado llevaba un estilo de vida y una dieta ágiles, cercanas a las del cazador. Hoy tenemos en la palma de la mano prácticamente todo lo que podamos desear: podemos conservar la comida durante meses o años, podemos pasar semanas enteras sentados en una oficina, sin mayor actividad física y, tal vez una pieza clave para entender este boom de la diabetes que ha avanzado progresivamente, en la mayoría de los casos nuestro régimen alimenticio está muy lejos de ser equilibrado. La ingesta de grasas y azúcares refinadas en abundancia, así como un alto consumo de bebidas alcohólicas (por ejemplo lo que tomaría un bebedor social cada fin de semana durante años) desembocan en cuadros médicos de obesidad y diabetes.

En el apartado de tratamiento para la obesidad ya describimos algunos de los diversos problemas sociales y físicos que puede sufrir una persona con obesidad. El camino a la salud, ya se trate de que seas propenso a desarrollar alguna de estas enfermedades o que ya las padezcas, tiene dos rutas necesarias: la primera es poner tu salud en manos de un experto, sólo así podrás dar los primeros pasos para cambiar tu vida. La segunda ruta consiste, ya una vez iniciado un tratamiento y tras varios análisis, en nunca descuidar y ser constante respecto a llevar una dieta correcta, correspondiente a nuestro perfil y malestares, tener una rutina de ejercicio y continuar bajo control médico (nunca ignorar las recomendaciones o tratamientos del doctor),