Seguramente lo has escuchado miles de veces: que el miedo paraliza. Que te impide actuar con naturalidad, y que te acaba atando de pies y manos sin capacidad de reacción. También habrás oído que “hay que aprender a convivir con el miedo” -sobre todo en el caso de los deportistas, cuando están en un momento crucial de un partido y temen perderlo todo-.
Pero debes saber algo mucho más importante relacionado con el miedo, y tiene que ver con que aprendas a reírte de aquello que te asusta. Hazlo. Si es a carcajadas, mejor. ¿Sabías que el hecho echarte unas risas disminuye la hormona del estrés? También reduce el riesgo de determinadas enfermedades cardiovasculares. Y por el mismo precio, reír además mejora mucho tu estado de ánimo.
La inyección del miedo
Puede sonar fatalista, pero en ocasiones es la propia sociedad la que instala el miedo en la gente. Enseguida te vendrá el ejemplo más obvio de estos días extendido en casi todo el mundo: el coronavirus. Es suficiente con que la mayoría de los medios hegemónicos de comunicación comiencen a repetir una idea una y otra vez para lograr “cultivar” el virus del miedo.
Los pasos siguientes son muy peligrosos, cuando aparecen la paranoia colectiva y un cierto grado de histeria. Estos factores son capaces de convertir en enferma a una sociedad que hasta ayer era sana. El gran desafío que te puedes plantear tú es encontrar la fórmula para contrarrestarlo. Y depende de ti. Depende de cada uno de nosotros.
El arma de la risa para vencer a lo que nos asusta
Cuando surgen el miedo, la tensión o incluso sobrevuela el fracaso, reír es uno de los mejores antídotos para salir airosos de esa difícil situación. De hecho, para desarrollar tu creatividad es indispensable vencer los miedos. Tener un buen sentido del humor es esencial para disminuir la cortisona, la peligrosa hormona del estrés.
Para ir acabando, es importante destacar que -por más que el humor sea saludable- no cualquier broma vale. Cuando a través de ésta se daña a otras personas, apoyándonos en burlas o sarcasmo, ya no deja de ser gracioso el humor. Por ello, y ésta es una verdad que nadie puede negar, no hay nada mejor que reírnos de nosotros mismos. ¡Larga vida al sentido del humor!