Las prisas son siempre malas compañeras. Todos vivimos con el reloj al cuello, intentando llegar a todo, corriendo de un lugar a otro y sin tiempo para lo que de verdad nos importa, como nuestra salud.
¿Cuántas veces hemos tenido que salir corriendo sin desayunar? ¿Cuándo fue la última vez que merendaste? ¿Crees que no es importante? Ah, que no tienes tiempo…
Hoy te contamos las consecuencias de saltarse las comidas.
Aumento del peso
¿Sorprendido? Sí, comer menos de cinco comidas al día nos hace engordar. El proceso es muy sencillo. Nuestro cuerpo está hecho para comer cada tres o cuatro horas. Si no lo hacemos, nuestro organismo (que vela siempre por protegernos) ‘cree’ que estamos en ayuno y para prepararse ante la posible falta de alimentos, se auto alimenta de nuestros propios tejidos y produce glucosa a partir de los mismos para tener energía.
Como el cuerpo no sabe cuándo volverá a tomar algo, si tras seis o siete horas (por ejemplo, después de comer hasta la hora de la cena puede pasar este intervalo de tiempo) comemos algo, nuestro organismo lo transforma en reservas de forma inmediata ya que detecta que necesitamos guardar.
Quizás en un principio perdamos peso, pero conforme sigamos esta rutina de comer solo tres veces al día, terminaremos por ganar peso, ya que cada vez tendremos más reservas.
Desgaste
El proceso que sigue el cuerpo cuando cree que estamos en ayuno porque no está recibiendo el alimento que necesita es sumamente peligroso. Desgasta de forma progresiva ligamentos, células musculares y colágeno, todo lo que nuestro cuerpo ‘se come’ porque no nos alimentamos de forma completa.
Cuando tenga que recurrir a las reservas, poco a poco comenzaremos a tener un déficit de hierro, calcio o potasio, provocándonos diversos problemas asociados a esta falta de nutrientes y minerales.
Diabetes
Comer solo tres comidas potentes es un riesgo que se asocia con la posibilidad de padecer diabetes. Esto es debido a que comer una sola comida grande nos cambia los procesos metabólicos habituales y el cuerpo tarda en liberar la insulina en nuestro organismo.
Caprichos
Entre las dos del mediodía que comemos y las nueve de la noche (como pronto) que cenamos, hay demasiadas horas. Y solemos tener hambre. Si no tenemos una merienda sana prevista, como una pieza de fruta, un yogur o una infusión con dos tostadas, terminaremos cayendo en los brazos de cualquier cosa apetitosa que veamos, como un dulce industrial, un helado o incluso, una hamburguesa.
Ese azúcar extra que le damos al cuerpo no nos ayuda a tener menos hambre, ya que tiene poco valor nutritivo y saciante y además, resulta adictivo y malo para nuestro organismo. ¿No sería mejor llevar una manzana y una pera en el bolso y merendar como corresponde cada día para no caer en estas tentaciones?
Cansancio y falta de energía
Nuestro día a día ya nos roba bastante energía como para que encima nosotros no nos nutramos como corresponde. Cuando salimos de casa sin desayunar, aunque no lo creamos, no le estamos dando al cuerpo la gasolina que necesita para encarar el día. Y eso provoca sensación de apatía, cansancio, falta de energía y agotamiento.
Conforme mejor y más saludablemente nos alimentemos, mejor asumiremos cada uno de los retos que tengamos en nuestra agenda.
Comer más cuando no toca
Vale, has ‘conseguido’ llegar a la cena sin picorear un donut, pero cuando te sientas por la noche ante la mesa, DEVORAS el plato, comes más pan, te apetece una coca cola y echas mayonesa a todo. Porque estás muerto de hambre.
Si comes cinco veces al día, nunca tienes sensación de hambre al 100%. Ganas de comer, sí. Pero no unas ganas locas, tantas que podrías comerte tu plato y el del vecino.
Si nos sentamos a comer habiendo almorzado o a cenar habiendo merendado, comeremos lo que nos corresponde, sin pasarnos de la raya.
¿Qué te parece? ¿Mejor hacer las cinco comidas, no?