Sí, voy al psicólogo, ¿y qué?

Cada vez más, en nuestro país, la psicoterapia ha logrado ocupar el lugar y el reconocimiento profesional que le corresponde. El hecho de acudir a un psicólogo ha estado asociado durante mucho tiempo a personas con una enfermedad mental y trastornos severos o, como vulgarmente se dice, “para los locos”. De hecho daba mala imagen que la gente supiera que ibas al psicólogo, se intentaba llevar en secreto por temor al juicio de los demás.

De un tiempo a esta parte, parece casi increíble como han cambiado las cosas. Ahora los psicólogos estamos en todas partes, libros de autoayuda y crecimiento personal, programas de televisión y radio, cursos de inteligencia emocional… La figura del psicoterapeuta, hoy en día, es algo necesario y no solamente para trabajar con personas con un diagnóstico de libro, sino para tratar problemas y dificultades que todos experimentamos alguna vez en la vida o incluso para realizar una labor de prevención.

El otro día estaba en una cafetería, en la mesa que tenía a mi lado habían tres chicas, y escuché que una de ellas les contaba a las demás que había empezado a ir a una psicóloga y les hablaba de lo más natural de cómo le estaba yendo. Me sorprende gratamente como cada vez hay una mayor sensibilización y le damos la importancia que le corresponde a nuestra salud emocional. Esto lo vivo en el día a día en mi trabajo y veo como tanto adolescentes y adultos toman la decisión responsable y a la vez valiente de hacer psicoterapia.

Desde mi experiencia como paciente y como psicoterapeuta, conozco de primera mano lo beneficioso que fue empezar este proceso y lo útil e importante que mis pacientes me expresan que ha sido y está siendo para ellos.

A pesar de este cambio de mirada hacia la psicoterapia, sigo encontrándome con personas con cierto rechazo y “miedo a lo desconocido”, además de su propia visión acerca de lo que es un psicólogo y de lo que “yo soy” si voy al psicólogo.

Esto se ha convertido en un tópico y en una verdad para algunos, y para empezar tendríamos que saber cual es el significado de locura que cada uno tiene. Frecuentemente utilizamos el término “loco” para describir comportamientos propios y ajenos que se salen de lo comúnmente establecido y lo hacemos con un toque de humor y ligereza, esto no nos suele preocupar. Pero si se te pasa por la cabeza la idea de ir al psicólogo o alguien te lo sugiere, rápidamente salta una alarma en tu mente y con ella te viene la frase:

“¿me estaré volviendo loco de verdad?” y parece que si voy al psicólogo estoy confirmando lo que no quiero creer y que me da miedo, que es estar loco.

Pues bien, la locura tiene poco que ver con esto. En psicología la locura entra dentro de lo que se llaman trastornos psicóticos, como puede ser una persona con esquizofrenia, que experimenta alucinaciones y delirios (distorsiones severas de la realidad). La realidad es que la mayoría de personas que hacen psicoterapia son personas corrientes con sus problemas, con mayor o menor afectación emocional, pero no necesariamente tienen un trastorno psicótico.

Otra de las ideas que observo en la gente es que para tener que recurrir a un psicólogo hay que tener una depresión muy fuerte o estar sufriendo muchísimo. Esta sí que es una realidad que suele darse, hasta que no estamos lo suficientemente hundidos, deprimidos, ansiosos, en crisis y desesperados, la mayor parte de las veces, no pedimos ayuda profesional.

Observo que esto pasa porque no estamos habituados a observar, escuchar y atender lo que necesitamos. Funcionamos en modo automático, haciéndonos cargo de las demandas que nos van viniendo en el día a día, atendiendo lo que se nos pide, se espera de nosotros y lo que complace al otro. Llega un punto en el que no podemos aguantar tanto y notamos todo el malestar de golpe, tensamos demasiado la cuerda y llegamos a terapia desbordados, con ataques de ansiedad y rotos. ¿Para qué esperar tanto? Si no encontramos la manera de estar bien, pidamos ayuda antes.

Otra manera de expresarlo es: “Si voy a un psicoterapeuta esto quiere decir que soy una persona débil”. Y la debilidad tiene una etiqueta que la acompaña de incapaz, inmaduro, defectuoso… parece que lo fuerte es lo bueno y la debilidad lo malo. Aquí también sería interesante saber cual es el significado de fuerte y de débil para cada persona.

Tener fortaleza para afrontar y aceptar las cosas que nos pasan es una característica personal valiosa, pero hay veces que el ser fuerte se convierte en hacerse una roca para evitar el dolor, hay veces que por no romper la imagen que tenemos tan valorada de fuertes, no nos permitimos pedir ayuda y nos obligamos a fingir que va todo bien. No somos un superhéroe que sabemos como hacerlo todo, todos llevamos dentro un fuerte y un débil, y ambos merecen el mismo respeto. Necesitamos asumir nuestros límites para poder ayudarnos a nosotros mismos.

“Para qué voy a ir al psicólogo si ya tengo a mi amiga/hermano/pareja con quien hablar y que me ayuda”

La labor de un psicoterapeuta es muy distinta a la que tiene una persona de tu círculo de confianza. Para empezar el psicólogo cuenta con unos conocimientos, años de estudio y práctica acerca del complejo universo emocional de las personas. Si no se ha estudiado psicología y después formado como psicoterapeuta no se puede trabajar  realizando psicoterapia, e incluso los psicoterapeutas no pueden tratar a un amigo, a una hermana u otro familiar.

Es importante diferenciar lo que es la psicoterapia y lo que es terapéutico. Poder tener la oportunidad de apoyarte en tus seres queridos y compartir con ellos lo que te está sucediendo es muy terapéutico. Todos necesitamos tener por lo menos a alguien con el que nos sintamos libres y con la suficiente confianza de compartir lo que nos pasa a un nivel íntimo. Pero las personas de nuestro círculo nos ayudan hasta lo que pueden o les corresponden. La psicoterapia requiere de alguien ajeno a tu entorno, un profesional experto con el que no tengas un vínculo personal.

En psicoterapia hay un contrato entre dos personas, psicólogo y paciente, en el que ambos están implicados en el trabajo personal del que viene a pedir ayuda, esto conlleva un compromiso y una responsabilidad por parte de ambos. La labor de un amigo o una pareja es la de escuchar, apoyar o darnos su punto de vista y siempre desde el rol que le corresponde.